jueves, 14 de enero de 2016

Los catalanes en el mundo

s. XIII d. C. - s. XXI d. C.
La lengua catalana, a lo largo de la historia, ha sido utilizada fuera de los Países Catalanes. De hecho, ha disfrutado de cierta difusión y fue la lengua usual a lo largo del Mediterráneo durante la Edad Media y hasta el Renacimiento. A partir del siglo XX, las asociaciones dedicadas al estudio de la lengua y la cultura catalanas, agrupadas en la Federación Internacional de Asociaciones de Catalanística (FIAC), y la red de lectorados de lengua catalana, coordinada por el Instituto Ramon Llull, han garantizado y han ayudado a incrementar la presencia del catalán dentro del mundo universitario internacional.
Europa
Durante la Edad Media y hasta el Renacimiento, la presencia de la lengua catalana fue constante a lo largo del Mediterráneo y el sur de Europa. El comercio catalán fue muy activo en el oriente del Mediterráneo y se dotó de una extensa red de alhóndigas y consulados. Desde la vertiente militar, en tiempos de Jaime I se organizó una expedición de cruzados catalanes para reconquistar Tierra Santa y, aunque la escuadra fue destruida por una tormenta, once de las naves consiguieron llegar a San Juan de Acre. También fue destacada la participación catalana, que testimonian diferentes relatos literarios, en la defensa de Constantinopla (1453). En esta ciudad, la presencia comercial se remonta al siglo XIII, el consulado catalán está documentado ya en 1268, y fue siempre muy importante, sobre todo durante el reinado del emperador Miguel VIII Paleólogo.
En los territorios itálicos, sobre todo en las ciudades, que pertenecieron a la Confederación Catalano-aragonesa, los comerciantes y la gente de cultura conocían y utilizaban el catalán. Esta catalanización fue especialmente intensa en la isla de Cerdeña, donde hoy el catalán todavía está vivo en la ciudad de Alguer. La catalanización lingüística abarcó toda la isla, como testimonian la documentación antigua, la toponimia, la antroponimia y la influencia en la lengua sarda, sobre todo en el dialecto campidanés, en el sur de la isla.
En el siglo XIV, cuando Atenas y Morea eran posesiones catalanas, el prestigio de la lengua hizo que su uso se extendiera también por todo el mar Egeo. La diáspora de los judíos catalanes, después de la expulsión, los llevó a abandonar el idioma al mezclarse con la gran comunidad sefardí, como pasó con los judíos portugueses, pero mantuvieron la denominación nacional y algunas variantes de su lenguaje. La expansión y el prestigio del catalán por todo el Mediterráneo ha dejado préstamos en numerosas lenguas; los catalanismos son especialmente importantes en el vocabulario marítimo.
Después de la Guerra de Sucesión, el exilio austriacista tuvo diferentes destinos pero mayoritariamente se estableció en Viena, en Italia (sobre todo en Nápoles, Milán y Roma) y en Hungría. Entre 1735 y 1738, algunos centenares de exiliados fueron trasladados al Banato de Temesvar, donde se creó la colonia conocida como Nueva Barcelona, que no se llegó a consolidar. Más recientemente, cabe destacar a los pescadores catalanes establecidos en las rías de Galicia, donde impulsaron la industria conservera, o los sitgetanos establecidos en La Higuerita -hoy Isla Cristina-, en Andalucía. Los gitanos catalanes han extendido también el uso de la lengua en comunidades establecidas en diversas poblaciones occitanas. Del mismo modo que muchos exiliados y emigrantes, a partir del siglo XIX y a menudo organizados en torno a casales, extendieron el uso familiar por todo el mundo.
Sobre el conocimiento del catalán en otros países o por parte de extranjeros, el cronista Ramon Muntaner explica cómo personalidades italianas al servicio de la Corona, como el gran almirante Roger de Lauria o el maestro racional Corral Llança, habían adoptado el catalán como lengua habitual. Ramon Llull o el mismo Muntaner, por ejemplo, lo utilizaron continuamente en sus numerosos viajes mediterráneos. Del siglo XV hay numerosos testimonios del entusiasmo popular que despertaban las prédicas en catalán de san Vicente Ferrer, entendido y aclamado en Francia y en Italia y, más sorprendentemente, también en Inglaterra o la Bretaña.
En Roma, durante los pontificados de los papas valencianos de la familia Borja, Calixto III (1456-1458) y Alejandro VI (1492-1503), se aprendía, se hablaba y se escribía el catalán, ya que ésta era la lengua familiar de los pontífices. A finales del siglo XV, un número considerable de impresores alemanes y franceses aprendió la lengua catalana para establecerse en diversas ciudades de los Países Catalanes, donde introdujeron la imprenta. De la misma manera que, en la Menorca del siglo XVIII, incorporada a la Corona Inglesa, serían numerosos los miembros de la guarnición británica de la isla que aprendieron y usaron el catalán.
El prestigio de la lengua y la literatura durante la Edad Media y el Renacimiento ha dejado rastros en diversas literaturas. Era una lengua bien conocida por los grandes escritores aragoneses y castellanos antiguos, como Juan Manuel, el Arcipreste de Talavera o el marqués de Santillana e incluso algunos llegaron a escribir en catalán, como en el caso de Enrique de Villena o de Bartolomé de Torres Naharro. Las obras de autores catalanes fueron muy pronto traducidas a otras lenguas y han encontrado influencias en autores como Montaigne, Cervantes, Giordano Bruno, Leibnitz, Bacon o los grandes filósofos escoceses. Por otro lado, a lo largo del siglo XX se desarrolló el estudio científico y universitario de la lengua catalana y su literatura, inicialmente en el ámbito europeo, dando paso a la actual difusión de la catalanística internacional.
América
Son conocidas las sospechas razonables sobre la catalanidad de Cristóbal Colón, que contó con un notable entorno catalán en sus expediciones americanas. Las serias limitaciones para comerciar con América, que sufrían los ciudadanos de la Corona de Aragón, limitaron mucho la emigración hasta el siglo XVIII. No obstante, este continente cuenta con cerca de un millar de topónimos de origen catalán. En la colonización de California, durante el siglo XVIII, hubo una importante presencia de catalanes y mallorquines, encabezada por el gobernador Gaspar de Portolà, Pere Fages y su compañía de Voluntarios de Cataluña y fray Junípero Serra, jefe de la expedición religiosa. En el otro lado de América del Norte, cerca de la bahía de los Mosquitos, en la por entonces provincia británica de la Florida Oriental, el año 1768 se estableció un grupo de colonizadores menorquines. Esta colonia de Nova Esmirna fracasó y el año 1777 los supervivientes se refugiaron en la antigua ciudad de San Agustín, donde han quedado algunos apellidos más o menos desfigurados por el inglés y unos pocos topónimos. Incluso se pueden encontrar todavía algunos rastros del 'Mahonese' de los viejos en el habla local, junto a la elaboración de quesadas y alguna otra receta culinaria.
A lo largo del siglo XIX, la isla de Cuba fue la principal receptora de la emigración catalana, hasta el punto de que se calcula que era catalán uno de cada cinco emigrantes procedentes del Estado español y uno de cada diez soldados, y lo era igualmente más de una cuarta parte de los comerciantes de La Habana y mucho más de la mitad de los del área de Santiago. El año 1840, en La Habana, se fundó la Sociedad de Beneficencia de los Naturales de Cataluña, el primero de los casales catalanes que, a partir de entonces, se fueron abriendo, primero por América y, más tarde, por todo el mundo.
Algunos de estos emigrantes de los siglos XVIII y XIX consiguieron reunir grandes fortunas y, cuando regresaron al país, se hicieron construir lujosas residencias y serían conocidos como 'indianos' o 'americanos'. En diversos países iberoamericanos hubo, además, una importante presencia misionera catalana, especialmente por parte de los capuchinos, pero también de otras órdenes religiosas. Hacia final del siglo XIX y comienzo del XX, Costa Rica acogió a un grupo de comerciantes catalanes que se convirtió en muy influyente y de donde surgió, por ejemplo, el político progresista Josep Figueres i Ferrer, que fue presidente del país en diversas ocasiones.
Después del descalabro republicano en la guerra civil española, México acogió generosamente a buena parte de la diáspora catalana, pero también lo hicieron otros países como Argentina, Chile, Uruguay, Colombia o Venezuela, entre otros. Esta gran oleada emigratoria fortaleció los casales catalanes de estos países, originó la aparición de numerosas y notables publicaciones en lengua catalana e hizo posible la celebración de los Juegos Florales del exilio.
Resto del mundo
África y Asia sólo han sido receptoras de exiliados o emigrantes catalanes de manera esporádica. No obstante, los contactos han existido desde antiguo. El franciscano islamizado mallorquín Anselm Abd-Al·lah Turmeda, por ejemplo, fue traductor y jefe de la aduana de Túnez a final del siglo XIV y comienzos del XV. Durante el siglo XIX, desde la colonización francesa de Algeria, entre los colonos que se establecieron, llamados despectivamente 'pieds-noirs' (pies negros), hubo una importante colonia formada por norcatalanes, baleares y valencianos, establecidos básicamente cerca de Orán. Estos colonos, a comienzo del siglo XX, llegaron a producir publicaciones periódicas en catalán -allí conocido como 'patuet'- con ortografía francesa. La oleada inmigratoria global recibida por los Países Catalanes a finales del siglo XX hace que hoy en día sean numerosos los ciudadanos procedentes de estos continentes, como también de Iberoamérica y el este de Europa, que han hecho suya la lengua catalana para incorporarse a la sociedad de acogida.
Sin poder compararse con la presencia catalana en Europa o en América, más recientemente Oceanía, y especialmente Australia, ha sido el destino de una cierta emigración catalana. El año 1847, el benedictino Josep M. Benet Serra i Julià fue nombrado obispo de Victoria y, en 1926, Esteve Morell, hijo de un emigrante catalán, fue elegido alcalde de Melbourne, ciudad donde, desde 1989, la emisora radiofónica Ethnic Public Radio emite un programa en lengua catalana. Sydney cuenta con una activa comunidad catalana.
FUENTES http://www.gencat.cat/culturcat/portal/site/culturacatalana/menuitem.be2bc4cc4c5aec88f94a9710b0c0e1a0/es_ES/index1f63.html?vgnextoid=4a2a5c43da896210VgnVCM1000000b0c1e0aRCRD&vgnextchannel=4a2a5c43da896210VgnVCM1000000b0c1e0aRCRD&vgnextfmt=detall2&contentid=b1783c084ded7210VgnVCM1000008d0c1e0aRCRD&newLang=es_ES

miércoles, 30 de diciembre de 2015

Feliz Año 2016





Un nuevo año es el nuevo comienzo y mil momentos 

que festejar, que se cristalice cada noble afán de tu

 corazón!



jueves, 8 de octubre de 2015

E.Y.E.CATALUNYA

A lo largo de la historia Catalunya ha sido tierra de acogida, lugar en donde personas de diferentes culturas han encontrado un terreno fértil para desarrollar sus proyectos creativos
EYECatalunya proporciona unaplataforma interactiva en donde gente de todo el mundo puede conocer e interactuar con los creadores más innovadores que viven en Catalunya. 
Conéctate el tercer martes del mes o ven en persona a la preciosaBiblioteca de Catalunya y descubreel universo de la creatividad y la innovación del país catalán.
http://www.eyecatalunya.com/es/
https://www.youtube.com/watch?v=Enlglim1RAM&feature=youtu.be

Historically Catalonia has been a place where people from different cultures have found a home in which to exchange ideas and develop creative projects.  
Celebrating his second season in 2015, EYECatalunya provides an interactive platform where people from all over the world can meet and interact with the most innovative creators living in Catalunya. 
Connect with us the third Tuesday of the month from anywhere or come in person to the beautiful Biblioteca de Catalunya.
Welcome to Catalonia !

sábado, 14 de diciembre de 2013

Cocina de la Cataluña Norte

A pesar de la presión para afrancesar la Cataluña Norte, el antiguo territorio catalán bajo la administración de Francia ha mantenido viva una parte importante del legado culinario. Han sobrevivido la ensalada, la sopa de tomillo, la ‘escudella barrejada’, el alioli, el ‘trinxat’ [picadillo]... La cocina de la Cataluña Norte es una cocina familiar que, con nuevos y viejos platos burgueses o de autor, ha adquirido prestigio e, incluso, alguna estrella Michelin.
El ‘Larousse Gastronomique’ habla de la salsa Catalana, de la Caracolada, del ‘Banyuls’ (platos o productos de la Cataluña Norte). Al mismo tiempo, mezclando territorios y conceptos, asimila la cocina catalana a la española, al gusto por el picante, el ajo y el tomate, es decir, los estereotipos sobre ‘la cocina del sur’. La Cataluña Norte es el antiguo territorio catalán bajo la administración de Francia, actualmente en el Departamento de los Pirineos Orientales y la región del Languedoc-Rosellón. Durante muchos siglos, ha habido una presión para afrancesar la zona, y con respecto a buena parte de la alimentación y la cocina, este objetivo se ha cumplido: en general, en algunos platos la mantequilla sustituye al aceite de oliva y la grasa (manteca de cerdo), y los platos grasientos y pesados de tipo nórdico a los más ligeros de tipo mediterráneo a base de verduras, frutas y legumbres, y se introduce la costumbre de la tabla de quesos.
La cocina catalana queda reducida a expresiones tópicas y folclóricas, faltas de continuidad histórica y de dignidad y reducidas a una docena de platos y algunos productos: ‘enciamada rossellonesa’ (ensalada), ‘anxovada’, sopa de tomillo, escudella, ‘ollada’ (‘escudella barrejada’), alioli, ‘salpiquet’ de judías, picadillo, arroz a la cazuela –y más modernamente paella–, ‘boles de picolat’ (albóndigas), ‘freginat de Baixàs’ (buey), pollo a la catalana (con chanfaina), ‘perdiganya’ a la catalana (perdiz joven), ‘bullinada’ (‘suquet’), ‘civet’ [encebollado] de langosta o ‘llagostada’, ‘fullat de Cotlliure’ (pastel de anchoas), ‘bunyetes’. No es preciso subrayar que esta cocina familiar –campesina y de pescadores–, junto con nuevos y viejos platos burgueses o de autor, ha contribuido a crear una nueva cocina catalana que, finalmente, ha adquirido prestigio y difusión y hasta algún cocinero laureado en la ‘Michelin’.
Se mantienen algunas fiestas y sus platos: caracolada (un popular ‘repei’ o comida comunitaria que equivale a la ‘costellada’), ‘truitada’ de Pascua (con salida al campo), ‘xicolatada’ infantil, además de los repasos familiares: comida de Navidad (con elementos del Norte como el hígado graso y el tronco), Semana Santa, Todos los Santos... Más allá de la aportación francesa, también han aportado platos y productos, los ‘pies negros’ (emigrantes que regresaron de Argelia a raíz de la independencia; en algún caso eran de origen occitano, corso, valenciano o menorquín), como las ‘merguez’ (especie de salchicha de cordero) o el cuscús. El ‘Petit Robert’, de ‘catalán’, nos dice lo siguiente: ‘de Catalogne (française et espagnole)’. Cuando menos, el nombre y el recuerdo de la lengua se ha mantenido y, por lo tanto, la noción de cocina catalana. El geógrafo francés Pierre Deffontaines, en su libro ‘La Méditerranée catalane’, nos traza una sugestiva síntesis: ‘Todo este Levante ibérico, del Rosellón a Elche, ha tenido la influencia catalana tanto en la historia como en el arte, como en la literatura, como en la economía; es la lengua catalana la que ha hecho la unidad.’ Lengua, territorio, historia y, por supuesto, también cocina.
A pesar del afrancesamiento de las prácticas y costumbres culinarias (por ejemplo la pérdida de la ‘picada’ [picadillo]), se ha mantenido muy viva una parte importante del legado culinario, tan importante desde la edad media, cuando Perpiñán fue la capital del Reino de Mallorca y centro de un activo comercio mediterráneo. A cambio, Francia, patria de la gastronomía moderna, ha introducido también el amor por la excelencia culinaria, los vinos y el cuidado en preservar y otorgar ‘labels’ diferenciadores a algunos productos tradicionales, tempranos y de calidad (incluyendo los de agricultura ecológica, de los cuales se celebra un concurrido mercado semanal en Prada). Mencionamos la ternera rosada de los Pirineos (‘Rosée des Pyrinées’), el ‘cordero catalán’, el cordero (‘agneau catalan’, de la raza ‘roja del Rosellón’); así como, sin ‘label’ distintivo, los patos (y los derivados del pato graso), las patatas Bea o de montaña, las alcachofas moradas o ‘violet’, los tomates (variedades ‘cor de bou’, ‘andina’), el apio verde de Elna, los nabos de la Cerdanya, la cebolla roja de Toluja, los albaricoques ‘galta-roja’, los melocotones, nectarinas y ‘brunyons’, las manzanas del Conflent y el Vallespir, las cerezas de Ceret, los higos, granadas, nísperos, fresas, la uva de mesa, los melones y sandías, los higos chumbos, las almendras. También se producen hierbas aromáticas y de ensalada. El pescado ofrece las mismas variedades que en el sur: boquerones (las anchoas en salazón de Colliure son famosas), la sardina, la lubina, el rape, la langosta, los calamares y sepias, las anguilas.
Los productos elaborados cuentan con el ‘gambajó’ (jamón de montaña), la ventresca o tocino, la butifarra negra, el ‘diós’ (especie de ‘bull’), la ‘saucisse catalane’ (butifarra), el ‘fuet’, el paté catalán o ‘pa de fetge’, la ‘carn de perol’ (especie de terrina de cabeza de cerdo). Los quesos ‘Fermiers’ (de granja o artesanos) son sobre todo de oveja o de cabra e incluyen el ‘crottin’ de cabra o ‘formatjó’, el ‘formatget’, el requesón o el ‘recuit’, quesos con ajo o hierbas aromáticas, ‘tommes’...
Otros productos son la miel, el aceite de oliva (una producción residual), el vinagre de Banyuls, los caracoles, las setas (níscalos, ‘rossinyols’, ‘múrgoles’, trufas), las confituras, chocolates (de una gran tradición) y pastas, pasteles y dulces como las rosquillas, los crocantes, los turrones (como el turrón negro, el blando, duro, de piñones...), las ‘bunyetes’ (espedie de ‘orelletes’), el brazo de gitano, el roscón de Vilafranca del Conflent, las ‘fogasses’ y cocas (gracias al afán de Eliana Thibaut-Comelade, la gran autora de cocina norte-catalana, por su recuperación).
Los vinos de la Cataluña Norte –llamados vinos ‘del sol’ porque se cultivan en las regiones soleadas, mediterráneas, frente a los que se hacen en el norte o en el Atlántico francés– tienen como cepas principales el garnacha, ‘morvedre’, ‘syrah’, ‘cinsauls’ (negro) y el macabeo, moscatel de Alejandría, ‘roussanne’, ‘marsault’, malvasía, ‘borboulenc’ (blanco). Las principales DO (AOC) y producciones de vino de la Cataluña Norte (acogidas a denominaciones específicas o la más genérica Languedoc-Roussillon) son los Costeros del Rosellón: blancos, tintos y ‘Villages’; algunos hacen constar el nombre de la comuna: Lesquerde, Latour de France, Caramany... También vinos de mesa son el Gran Roussillon y algún vino joven acogido a la DO del Languedoc.
En el Ribesaltes (Rivesaltes, en grafía francesa), la base es la uva garnacha negra. Destaca el ‘muscat’ de Ribesaltes, producido con uva moscatel de Alejandría, de color dorado y claro, muy afrutado.
En Colliure se producen tintos y rosados. El Banyuls y el Banyuls Grand Cru se produce en las localidades de la costa: Banyuls de la Marenda, Colliure, Port-vendres, Cervera de la Marenda. Se utiliza básicamente garnacha negra y garnacha rosa. De color rubí y hasta caoba, a pesar de ser un vino de licor o de postres, existe la costumbre de beberlo como aperitivo. Es de gran importancia en la cocina, donde ha sustituido al oporto o al madeira, y acompaña al hígado graso y los quesos azules.
El Maurí (Maury, en francés) tiene como cepa básica la garnacha negra; es un vino generoso similar al Banyuls. Algunos de estos vinos son etiquetados en catalán. Estos últimos vinos, según la legislación francesa, son ‘Vins doux naturels’. Los Banyuls y Ribesaltes se clasifican en ‘Vintage’, ‘Rimage’ y ‘Vintage mise tardive’. También se producen unos rancios muy apreciados (Banyuls, Maurí...).
fuenteshttp://www20.gencat.cat/portal/site/culturacatalana/menuitem.be2bc4cc4c5aec88f94a9710b0c0e1a0/?vgnextoid=94b1ef2126896210VgnVCM1000000b0c1e0aRCRD&vgnextchannel=94b1ef2126896210VgnVCM1000000b0c1e0aRCRD&vgnextfmt=detall2&contentid=4819161da99d7210VgnVCM1000008d0c1e0aRCRD

Arte catalán en el mundo

Joan Miró, Salvador Dalí o Juli (Julio) González consiguieron que la vanguardia catalana llegara a los museos más prestigiosos del mundo. Ellos también fueron los inspiradores y la referencia de muchos de los artistas del siglo XIX y XX de Europa y América del Norte y Sur. Coleccionistas de todo el planeta se han interesado por el arte catalán medieval, románico y gótico.
A finales del siglo XIX, el modernismo impregnaba buena parte de la obra de los artistas de aquel momento. Fue el caso de Pablo Picasso, que en Barcelona creó algunas de las obras más emblemáticas de su época azul, como ‘La vida’, que actualmente se encuentra en The Cleveland Museum of Art. En 1904, el pintor malagueño se estableció en París. A pesar de todo, volvería a menudo a Barcelona para pasar algunas temporadas. En una de esas estancias, en Horta de Sant Joan, en 1909, maduró lo que se conocería como cubismo y pintó ‘La fábrica de Horta’, que se puede ver en el Museo del Hermitage de San Petersburgo.
Picasso estableció profundos lazos de amistad con los artistas catalanes que residían en París y entró a formar parte de los nuevos movimientos de vanguardia. En 1920 acogió a un artista que sería todo un referente en el mundo del arte, Joan Miró. Testimonio de la amistad entre ambos genios fue el ‘Autorretrato de Joan Miró’ (1919), conservado en el Museo Picasso de París. Miró se dejó seducir por las corrientes surrealistas y alcanzó una gran proyección internacional, colocando su obra en los museos de todo el mundo. Uno de sus cuadros, ‘La masía’, que representa el entorno de una casa de campo tradicional catalana y que perteneció al escritor norteamericano Ernest Hemingway, se puede ver en la National Gallery of Arts de Washington. El prestigioso Museum of Modern Art de Nueva York posee algunas de las obras más importantes del pintor barcelonés, como ‘Paisaje Catalán’ o ‘Interior Holandés’.
La huella de Miró también se puede ver en la sede central de la UNESCO de París. En sus paredes se halla el mural cerámico del sol y la luna que Miró creó con el ceramista catalán Josep Llorens Artigas, en 1958. En el mismo edificio está ‘Todas las cosas’, de otro gran artista contemporáneo, Antoni Tàpies.
Si Picasso había acogido a Miró en París, Miró hizo lo mismo, en 1928, con otro artista de gran talento, el ampurdanés Salvador Dalí. Miró puso en contacto a Dalí con los surrealistas y éste acabó liderando la nueva corriente artística de vanguardia. En 1934, Dalí viajó a Nueva York y su obra despertó el interés de los coleccionistas norteamericanos. Entre estos coleccionistas fascinados por la obra daliniana, estaba el matrimonio formado por Albert Reynolds Morse y Eleanora Morse. Los Morse iniciaron su relación con el artista catalán en 1942 y, con el tiempo, consiguieron reunir una extraordinaria colección. Cuarenta años después, en 1982, el material era lo bastante importante como para crear el Salvador Dalí Museum en Saint Petersburg Florida.
El estímulo de Pablo Picasso fue igualmente decisivo en la obra de Juli González, también conocido como Julio González. González fue un gran innovador en el terreno de la escultura y abanderado en la escultura contemporánea en hierro. Su obra se puede ver en las colecciones del Centro de Arte Georges Pompidou, en París. Una de sus obras más importantes fue ‘Montserrat’, que formó parte del legendario pabellón, donde también estaba el ‘Guernica’ de Picasso, de la República española en la Exposición Internacional de París de 1937. Esta impresionante escultura se encuentra en el Stedelijk Museum de Ámsterdam.
Otro de los protagonistas del arte de vanguardia internacional fue Joaquim Torres i García. Torres i García había nacido en Uruguay, pero su familia, que era de origen catalán, se trasladó a Barcelona en 1891. Fue en la capital catalana donde este artista se convirtió en uno de los protagonistas más destacados de los ambientes artísticos de principios del siglo XX. Más tarde, como ya habían hecho Picasso, Miró o Dalí, se trasladó a París, donde desarrolló su personal lenguaje constructivista. Un estilo que, al final de su vida, difundió por América del Sur. Buena parte de su obra se conserva en el Museo Torres García de Montevideo.
Josep Maria Sert tuvo una extraordinaria proyección internacional. Sus grandes decoraciones murales se pueden ver en el Rockefeller Center de Nueva York o en el Palacio de las Naciones de Ginebra.
Durante el siglo XIX, el arte catalán tuvo bastante éxito en los países del Caribe y de América del Sur. En Buenos Aires se puede ver el ‘Monumento a la Carta Magna y las cuatro regiones argentinas’; en Guayaquil, la ‘Columna de los héroes de la Independencia’; en Lima, el ‘Monumento al coronel Bolognesi’, y en La Habana, el ‘Monumento a los bomberos’, de Agustí Querol. Otro escultor catalán que exportó su obra fue Miquel Blay, autor del ‘Monumento a Mariano Moreno’, en Buenos Aires; el ‘Monumento a José Pedro Valera’, en Montevideo, y el ‘Monumento a Vasco Núñez de Balboa’, en Panamá. Otro artista catalán de éxito en América fue el arquitecto Ferran Romeu, que con el escultor Pere Carbonell creó el ‘Mausoleo de Colón’ en Santo Domingo.
El modernismo catalán sedujo especialmente a los cubanos. En La Habana, Santiago de Cuba o Camagüey se pueden ver algunas obras arquitectónicas muy representativas de este movimiento.
Uno de los artistas catalanes que alcanzaron más proyección internacional durante el siglo XIX fue Marià Fortuny i Marsal. El marchante francés Adolphe Goupil ayudó a impulsar la obra del artista catalán y a darle proyección internacional. De Fortuny gustaba, sobre todo, su evocación de la España goyesca o de la época de los árabes. El hijo de Marià, Mariano Fortuny, alcanzó gran fama como escenógrafo y diseñador. En Valencia hay un museo dedicado a su memoria.
La Guerra Civil española forzó a muchos de los artistas catalanes a emprender el camino hacia el exilio. Fue el caso de Antoni Bonet Castellana o Josep Lluís Sert. Castellana continuó su trayectoria en Argentina y Uruguai. Sert se estableció en Harvard en 1953 y realizó importantes obras, como la Fundación Maeght en Saint-Paul de Vence o el complejo de la embajada de Estados Unidos en Bagdad.
Los arquitectos catalanes más contemporáneos han conseguido gran resonancia internacional. Es el caso de Ricardo Bofill, Enric Miralles, Òscar Tusquets, el estudio MBM (Martorell-Bohigas-Mackay) o Alfredo Arribas.
Entre los escultores catalanes del siglo XX que han conseguido fascinar a público de todo del mundo, destacan Enric Monjo, con obras de carácter religioso en Miami y Washington; Josep Maria Subirachs, con monumentos en México y Seúl; o Jaume Plensa, autor de la ‘Crown Fountain’ en el Millenium Park de Chicago.
El arte medieval, románico y gótico catalán también se puede encontrar en los museos y bibliotecas de Europa y América. Las Biblias de Ripoll, que son manuscritos iluminados del siglo XI, se conservan en la Biblioteca Nacional de Francia y en la Biblioteca Apostólica Vaticana. Las pinturas de Bernat Martorell y Jaume Huguet se encuentran en el Museo del Louvre. La Biblioteca Nacional Marciana de Valencia guarda el libro de horas de la reina María de Navarra; el Museo de Sarajevo, una Haggadah catalana del siglo XIV; y el Museo Nacional de Arte Antiguo de Lisboa, pintura gótica.
Los museos al otro lado del Atlántico también acaparan importantes obras antiguas catalanas. El retablo de Anglesola de las pinturas murales del castillo de Mur se encuentra en el Museum of Fine Arts de Boston. En la sección ‘The Cloisters’ del Metropolitan Museum of Art de Nueva York se puede ver el panteón de los condes de Urgel y en el Art Institute de Chicago, el retablo de san Jorge de Bernat Martorell. En el Museo de Arte de San Francisco está el relieve del retablo mayor de la Seu Vella de Lleida; en el Walters Art Museum de Baltimore se puede ver el frontal románico de san Martín. Otros museos que acercan el arte catalán al público norteamericano son el Cleveland Museum of Art, el Philadelphia Museum of Art o la Hispanic Society of America, que ha reunido excelentes muestras de arte catalán de todos los tiempos.
fuenteshttp://www20.gencat.cat/portal/site/culturacatalana/menuitem.be2bc4cc4c5aec88f94a9710b0c0e1a0/?vgnextoid=d07cef2126896210VgnVCM1000000b0c1e0aRCRD&vgnextchannel=d07cef2126896210VgnVCM1000000b0c1e0aRCRD&vgnextfmt=detall2&contentid=dd86110e279d7210VgnVCM1000008d0c1e0aRCRD

Los catalanes en el mundo

La lengua catalana, a lo largo de la historia, ha sido utilizada fuera de los Países Catalanes. De hecho, ha disfrutado de cierta difusión y fue la lengua usual a lo largo del Mediterráneo durante la Edad Media y hasta el Renacimiento. A partir del siglo XX, las asociaciones dedicadas al estudio de la lengua y la cultura catalanas, agrupadas en la Federación Internacional de Asociaciones de Catalanística (FIAC), y la red de lectorados de lengua catalana, coordinada por el Instituto Ramon Llull, han garantizado y han ayudado a incrementar la presencia del catalán dentro del mundo universitario internacional.
Europa
Durante la Edad Media y hasta el Renacimiento, la presencia de la lengua catalana fue constante a lo largo del Mediterráneo y el sur de Europa. El comercio catalán fue muy activo en el oriente del Mediterráneo y se dotó de una extensa red de alhóndigas y consulados. Desde la vertiente militar, en tiempos de Jaime I se organizó una expedición de cruzados catalanes para reconquistar Tierra Santa y, aunque la escuadra fue destruida por una tormenta, once de las naves consiguieron llegar a San Juan de Acre. También fue destacada la participación catalana, que testimonian diferentes relatos literarios, en la defensa de Constantinopla (1453). En esta ciudad, la presencia comercial se remonta al siglo XIII, el consulado catalán está documentado ya en 1268, y fue siempre muy importante, sobre todo durante el reinado del emperador Miguel VIII Paleólogo.
En los territorios itálicos, sobre todo en las ciudades, que pertenecieron a la Confederación Catalano-aragonesa, los comerciantes y la gente de cultura conocían y utilizaban el catalán. Esta catalanización fue especialmente intensa en la isla de Cerdeña, donde hoy el catalán todavía está vivo en la ciudad de Alguer. La catalanización lingüística abarcó toda la isla, como testimonian la documentación antigua, la toponimia, la antroponimia y la influencia en la lengua sarda, sobre todo en el dialecto campidanés, en el sur de la isla.
En el siglo XIV, cuando Atenas y Morea eran posesiones catalanas, el prestigio de la lengua hizo que su uso se extendiera también por todo el mar Egeo. La diáspora de los judíos catalanes, después de la expulsión, los llevó a abandonar el idioma al mezclarse con la gran comunidad sefardí, como pasó con los judíos portugueses, pero mantuvieron la denominación nacional y algunas variantes de su lenguaje. La expansión y el prestigio del catalán por todo el Mediterráneo ha dejado préstamos en numerosas lenguas; los catalanismos son especialmente importantes en el vocabulario marítimo.
Después de la Guerra de Sucesión, el exilio austriacista tuvo diferentes destinos pero mayoritariamente se estableció en Viena, en Italia (sobre todo en Nápoles, Milán y Roma) y en Hungría. Entre 1735 y 1738, algunos centenares de exiliados fueron trasladados al Banato de Temesvar, donde se creó la colonia conocida como Nueva Barcelona, que no se llegó a consolidar. Más recientemente, cabe destacar a los pescadores catalanes establecidos en las rías de Galicia, donde impulsaron la industria conservera, o los sitgetanos establecidos en La Higuerita –hoy Isla Cristina–, en Andalucía. Los gitanos catalanes han extendido también el uso de la lengua en comunidades establecidas en diversas poblaciones occitanas. Del mismo modo que muchos exiliados y emigrantes, a partir del siglo XIX y a menudo organizados en torno a casales, extendieron el uso familiar por todo el mundo.
Sobre el conocimiento del catalán en otros países o por parte de extranjeros, el cronista Ramon Muntaner explica cómo personalidades italianas al servicio de la Corona, como el gran almirante Roger de Lauria o el maestro racional Corral Llança, habían adoptado el catalán como lengua habitual. Ramon Llull o el mismo Muntaner, por ejemplo, lo utilizaron continuamente en sus numerosos viajes mediterráneos. Del siglo XV hay numerosos testimonios del entusiasmo popular que despertaban las prédicas en catalán de san Vicente Ferrer, entendido y aclamado en Francia y en Italia y, más sorprendentemente, también en Inglaterra o la Bretaña.
En Roma, durante los pontificados de los papas valencianos de la familia Borja, Calixto III (1456-1458) y Alejandro VI (1492-1503), se aprendía, se hablaba y se escribía el catalán, ya que ésta era la lengua familiar de los pontífices. A finales del siglo XV, un número considerable de impresores alemanes y franceses aprendió la lengua catalana para establecerse en diversas ciudades de los Países Catalanes, donde introdujeron la imprenta. De la misma manera que, en la Menorca del siglo XVIII, incorporada a la Corona Inglesa, serían numerosos los miembros de la guarnición británica de la isla que aprendieron y usaron el catalán.
El prestigio de la lengua y la literatura durante la Edad Media y el Renacimiento ha dejado rastros en diversas literaturas. Era una lengua bien conocida por los grandes escritores aragoneses y castellanos antiguos, como Juan Manuel, el Arcipreste de Talavera o el marqués de Santillana e incluso algunos llegaron a escribir en catalán, como en el caso de Enrique de Villena o de Bartolomé de Torres Naharro. Las obras de autores catalanes fueron muy pronto traducidas a otras lenguas y han encontrado influencias en autores como Montaigne, Cervantes, Giordano Bruno, Leibnitz, Bacon o los grandes filósofos escoceses. Por otro lado, a lo largo del siglo XX se desarrolló el estudio científico y universitario de la lengua catalana y su literatura, inicialmente en el ámbito europeo, dando paso a la actual difusión de la catalanística internacional.
América
Son conocidas las sospechas razonables sobre la catalanidad de Cristóbal Colón, que contó con un notable entorno catalán en sus expediciones americanas. Las serias limitaciones para comerciar con América, que sufrían los ciudadanos de la Corona de Aragón, limitaron mucho la emigración hasta el siglo XVIII. No obstante, este continente cuenta con cerca de un millar de topónimos de origen catalán. En la colonización de California, durante el siglo XVIII, hubo una importante presencia de catalanes y mallorquines, encabezada por el gobernador Gaspar de Portolà, Pere Fages y su compañía de Voluntarios de Cataluña y fray Junípero Serra, jefe de la expedición religiosa. En el otro lado de América del Norte, cerca de la bahía de los Mosquitos, en la por entonces provincia británica de la Florida Oriental, el año 1768 se estableció un grupo de colonizadores menorquines. Esta colonia de Nova Esmirna fracasó y el año 1777 los supervivientes se refugiaron en la antigua ciudad de San Agustín, donde han quedado algunos apellidos más o menos desfigurados por el inglés y unos pocos topónimos. Incluso se pueden encontrar todavía algunos rastros del ‘Mahonese’ de los viejos en el habla local, junto a la elaboración de quesadas y alguna otra receta culinaria.
A lo largo del siglo XIX, la isla de Cuba fue la principal receptora de la emigración catalana, hasta el punto de que se calcula que era catalán uno de cada cinco emigrantes procedentes del Estado español y uno de cada diez soldados, y lo era igualmente más de una cuarta parte de los comerciantes de La Habana y mucho más de la mitad de los del área de Santiago. El año 1840, en La Habana, se fundó la Sociedad de Beneficencia de los Naturales de Cataluña, el primero de los casales catalanes que, a partir de entonces, se fueron abriendo, primero por América y, más tarde, por todo el mundo.
Algunos de estos emigrantes de los siglos XVIII y XIX consiguieron reunir grandes fortunas y, cuando regresaron al país, se hicieron construir lujosas residencias y serían conocidos como ‘indianos’ o ‘americanos’. En diversos países iberoamericanos hubo, además, una importante presencia misionera catalana, especialmente por parte de los capuchinos, pero también de otras órdenes religiosas. Hacia final del siglo XIX y comienzo del XX, Costa Rica acogió a un grupo de comerciantes catalanes que se convirtió en muy influyente y de donde surgió, por ejemplo, el político progresista Josep Figueres i Ferrer, que fue presidente del país en diversas ocasiones.
Después del descalabro republicano en la guerra civil española, México acogió generosamente a buena parte de la diáspora catalana, pero también lo hicieron otros países como Argentina, Chile, Uruguay, Colombia o Venezuela, entre otros. Esta gran oleada emigratoria fortaleció los casales catalanes de estos países, originó la aparición de numerosas y notables publicaciones en lengua catalana e hizo posible la celebración de los Juegos Florales del exilio.
Resto del mundo
África y Asia sólo han sido receptoras de exiliados o emigrantes catalanes de manera esporádica. No obstante, los contactos han existido desde antiguo. El franciscano islamizado mallorquín Anselm Abd-Al·lah Turmeda, por ejemplo, fue traductor y jefe de la aduana de Túnez a final del siglo XIV y comienzos del XV. Durante el siglo XIX, desde la colonización francesa de Algeria, entre los colonos que se establecieron, llamados despectivamente ‘pieds-noirs’ (pies negros), hubo una importante colonia formada por norcatalanes, baleares y valencianos, establecidos básicamente cerca de Orán. Estos colonos, a comienzo del siglo XX, llegaron a producir publicaciones periódicas en catalán –allí conocido como ‘patuet’– con ortografía francesa. La oleada inmigratoria global recibida por los Países Catalanes a finales del siglo XX hace que hoy en día sean numerosos los ciudadanos procedentes de estos continentes, como también de Iberoamérica y el este de Europa, que han hecho suya la lengua catalana para incorporarse a la sociedad de acogida.
Sin poder compararse con la presencia catalana en Europa o en América, más recientemente Oceanía, y especialmente Australia, ha sido el destino de una cierta emigración catalana. El año 1847, el benedictino Josep M. Benet Serra i Julià fue nombrado obispo de Victoria y, en 1926, Esteve Morell, hijo de un emigrante catalán, fue elegido alcalde de Melbourne, ciudad donde, desde 1989, la emisora radiofónica Ethnic Public Radio emite un programa en lengua catalana. Sydney cuenta con una activa comunidad catalana.
fuenteshttp://www20.gencat.cat/portal/site/culturacatalana/menuitem.be2bc4cc4c5aec88f94a9710b0c0e1a0/?vgnextoid=4a2a5c43da896210VgnVCM1000000b0c1e0aRCRD&vgnextchannel=4a2a5c43da896210VgnVCM1000000b0c1e0aRCRD&vgnextfmt=detall2&contentid=b1783c084ded7210VgnVCM1000008d0c1e0aRCRD&newLang=es_ES